lunes, 15 de septiembre de 2014

El padre Thomas Ruiz Romero y Miguel Larreynaga próceres Nicaraguense con diferente visión.

En el proceso que condujo a la Independencia de Centroamérica hay dos personajes nicaragüenses que sobresalen tanto por la trayectoria de sus vidas como por sus aportes al ideal independentista. Ellos son: el padre-indio doctor Tomás Ruiz, prócer revolucionario, y el licenciado Miguel Larreynaga, a quien podemos calificar como prócer sabio y prudente.

Tomás Ruiz y Miguel Larreynaga fueron dos personalidades diferentes, con una visión distinta de los propósitos de la Independencia. Ambos, Ruiz y Larreynaga, merecen el cognomento de próceres. Desafortunadamente, la figura del padre-indio doctor Tomás Ruiz ha sido casi totalmente olvidada.

Ambos provenían de estratos sociales similares, aunque Ruiz era indio puro y Larreynaga mestizo. Los dos iniciaron sus estudios en el antiguo Seminario de San Ramón, en la ciudad de León, entonces capital de la Provincia de Nicaragua, y los culminaron con honores en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Por su preparación académica e inteligencia, ambos se incorporaron a la clase media alta de la ciudad de Guatemala, dentro de la cual se identificaron con el sector ilustrado, aunque Ruiz tuvo una visión progresista y revolucionaria de la Independencia y Larreynaga una concepción conservadora, precisamente la sustentada por los criollos y por algunos españoles que la proclamaron el 15 de septiembre de 1821. Ambos fueron catedráticos universitarios, brillando por su talento en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Hasta aquí las similitudes. En todo lo demás difieren, tanto en los acontecimientos que perfilaron sus biografías como en cuanto a sus personalidades, que seguramente influyeron en sus distintas maneras de percibir el camino a seguir para poner fin al régimen colonial español y las repercusiones que la Independencia debía producir en las estructuras económicas y sociales de la sociedad centroamericana. Ruiz, en este sentido, fue la encarnación de los curas liberales de la época, entusiasmados con la revolución que en México encabezaron Hidalgo y Morelos. Larreynaga, prudente, fue un fiel funcionario del sistema colonial hasta en vísperas de la Independencia. Supo, sin embargo, pronunciarse a favor de su inmediata proclamación y luego puso todas sus luces al servicio de la organización de la nueva patria. Sin embargo, su visión de la Independencia fue limitada: sustituir a los peninsulares por los criollos, dejando intactas las estructuras sociales coloniales.

Miguel Larreynaga participó en la reunión de autoridades convocada el día 15 de septiembre de 1821 por el propio capitán general español Gabino Gaínza, para analizar la situación de la capitanía general de Guatemala ante el hecho de que dos provincias, entonces centroamericanas, Chiapas y Soconosco, habían proclamado la Independencia conforme al “Plan de Iguala” del mexicano Agustín Iturbide. Don Miguel, cuya opinión era muy respetada, se pronunció en dicha asamblea en apoyo a la tesis de la proclamación inmediata de la Independencia de Centroamérica y formó parte de la primera Junta Consultiva, creada ese mismo día en representación de Nicaragua, su provincia natal.

Por su parte, el padre indio Tomás Ruiz aparece en diciembre de 1813 en el Convento de Belén de Antigua Guatemala dirigiendo la conspiración conocida como “La Conjura de Belén. Delatados por uno de los conjurados, todos fueron capturados la noche del 23 de diciembre, antes de que se llevara a cabo el plan revolucionario encaminado a deponer a las autoridades españolas. Dieciocho personas participaron en la conjura. El fiscal pidió la pena de muerte por ahorcamiento para algunos y garrote vil para los cabecillas, entre ellos Ruiz. Por gestiones de personas influyentes de Guatemala, estas bárbaras penas no se aplicaron, pero todos permanecieron más de cinco años en las sórdidas cárceles coloniales, siendo el padre Ruiz quien sufrió la pena más extensa: casi siete años, que incluyeron largos períodos de incomunicación, privaciones y desprecios. A fines de 1819, estando ya libre, el padre Ruiz solicitó permiso para trasladarse a la ciudad Real de Chiapas. Cuando el prócer nicaragüense solicitó autorización para viajar a Chiapas tenía 42 años de edad. Pero la cárcel que soportó por casi siete años minó a tal grado su salud que se supone falleció poco tiempo después de su traslado y, posiblemente, antes de la proclamación de la Independencia. Se ignora lo que fue de su vida después de su retiro a Chiapas y ni siquiera se sabe dónde fue enterrado este notable prócer de nuestra Independencia.  

HUMEDALES DEL COSIGUINA NICHO ECOLÓGICO NATURAL.

En la Reserva Natural, los humedales de los terrenos bajos, son uno de los atractivos.
Don Santos Guevara nos recibe en los humedales de Las Pozas, y nos cuenta:

“Yo soy un guardaparque voluntario y líder de la comunidad de La Piscina. Con LIDER llevo sobre dos años. Cuando construimos este pequeño sendero para recorrer el humedal, pusimos varas de madera para retener la tierra, también construimos puentecitos en los lugares donde pasa el río.

En este humedal se encuentra la palma paceña, que es la palma con que se hacen los ranchos, ella nace rápido pero es tardada para crecer, necesita cinco o seis años para que la palma esté de corte y llega a medir unos 15 metros de alto.

Aquí hay tamarindo de charco, curumo, mangle rojo y angelín donde los comejenes hacen nidos y en esos nidos ponen los chocoyos. La totora o tule se usa para cubrir la cumbrera de los ranchos, como si fuera una albarda que se amarra con alambre.

En uno de los senderos se construyó una torre para mirar las aves, que vienen por temporadas a poner y a empollar los huevos, cuando sus hijitos pueden volar, se van. Los piches que vemos aquí en tiempo de lluvia, nos han dicho que vienen huyendo del frío de México, donde viven el resto del año en una gran laguna. También viene el sarapico.

Hay aves que viven aquí todo el año la garza morena, el panchón, la cuaca, el garzón y el achoscón. En el humedal está el río de San Juan, que nace en el ojo de aguas termales donde ahora hay una piscina. Ya en el curso del río caen otros vertientes, que se juntan con el agua salada, cuando sube la marea. 

En el río hay pargos, robalos, guichos y cuajipales. Yo el más grande que he llagado a ver 
es de unos dos metros. Son bravos, yo no me meto a pescar.

En los raizales de los mangles, viven muchos animales, viera a los mapachines comiendo tisguacales y punches. Este humedal es un lugar donde pueden venir gente a conocer o a estudiar las plantas y animales. 

Nosotros como comunidad hemos recibido capacitaciones y se han formado guías de aquí, para llevar a las visitas a recorrer el humedal.

También se trabaja con la comunidad para que no saque la palma, el mangle o los animales del humedal, porque este lindo lugar se acabaría. Ya sin el manglar, ni el curumal las iguanas, los peces y las aves ya no tendrían donde poner sus huevos, ni dónde vivir, ni qué comer. En cambio con las visitas a este lugar la comunidad se beneficiaría.

EL MIRADOR DEL COSIGUINA VISTA DE TRES PAÍSES.

El Volcán Cosigüina después de la erupción de 1835, en su parte más alta mide 872 metros, desde ahí se puede ver el Estero Real, las islas del Golfo de Fonseca, los volcanes de Conchagua y San Miguel en El Salvador, y las costas de Honduras, por lo que es un mirador de tres países. En su caldera, que tiene un ancho de dos kilómetros y medio, y 700 metros de profundidad, hay una laguna de color azul verdoso. 

La península de Cosigüina, ha estado abandonada por el Estado, lo que ha permitido la cacería sin control y el saqueo de madera de cedro, laurel, y leña de quebracho, parte de estos recursos se han vendido en Honduras y El Salvador. Los incendios han causado daño así como el crecimiento de la agricultura y las áreas de pastos para el ganado.

En el área cercana al volcán hay 21 comunidades con un total de mil ochocientas cincuenta familias, que viven de la pesca, la siembra de maíz, frijol y del comercio de quesos, pescados y cerdos en pie, con Honduras y El Salvador, a través del Golfo de Fonseca.

También hay haciendas donde se cría ganado o se cultiva soya, ajonjolí, sorgo y maíz, ahí se produce la quinta parte del maní que exporta Nicaragua. 

El Cosigüina es la zona del Pacífico seco de Nicaragua donde más llueve. De la erupción de1835 quedaron los Farallones, que son paredones acantilados donde se ven diversas capas de lavas, cenizas y árboles convertidos en carbón.

La parte más alta de los Farallones es Punta Cosigüina, con una altura de 100 metros sobre el nivel del mar, de ahí va bajando hasta Punta San José. Al pie de los acantilados en Ocosme, hay una playa angosta de arenas negras del tiempo de la erupción.

A diez Kilómetros adentro del golfo están las islas Farallones, que pertenecen a Nicaragua, ahí muchas aves marinas tienen sus nidos. 

En la base oriental del volcán junto al camino de Potosí al pie de la Loma San Juan hay una fuente de aguas termales.

El Volcán fue declarado Reserva Natural, el 8 de septiembre de 1983, pero desde 1958 había sido declarada refugio de vida silvestre.

La Reserva tiene una extensión de 13 mil 160 hectáreas. Es una zona muy hermosa, propia para desarrollar el turismo.

Esto lo explica Bismarck Caballero de la Fundación Luchadores Integrados al Desarrollo de la Región, LIDER, organismo que administra la Reserva.

ACONTECIMIENTOS SOBRE LA EXPLOSIÓN DEL VOLCÁN COSIGUINA.

Un viernes 20 de enero de 1835 a las 6 de la mañana, el Volcán Cosigüina comenzó a echar un hilo de humo que se perdió entre las nubes que mantenían cobijado el cono del volcán por su enorme altura, que se calculaba en unos dos mil metros sobre el nivel del mar. Una hora después se sintieron los primeros retumbos, seguidos de temblores.

Los animales comenzaron la huida ahí iban las bandadas de aves, las manadas de venados, jabalíes y coyotes, los jaguares, pumas y dantos y toda clase de animales que se mezclaba con el ganado de la zona, que huía sin rumbo.

A las 11 de la mañana su explosión estremeció a toda Centroamérica, el cielo de Chinandega, El Salvador y Honduras se oscureció completamente.

Tres días duró la erupción: el primer día por la presión de los gases voló el taponazo, lanzando grandes piedras hacia el Océano Pacífico, donde quedaron promontorios de rocas, llamados islas Farallones que cerraron un poco la boca del Golfo de Fonseca.

El segundo día siguió arrojando humo, piedras y cenizas, que llegaron hasta Ecuador.

El tercer día los bordes de aquella inmensa boca se desplomaron con grandes estruendos, unos cayeron afuera y otros dentro del cráter.

Las piedras pómez que arrojó en esos días flotaron hasta Colombia. En esos días Oaxaca en México y algunas islas del Caribe se cubrieron de sombras por las cenizas lanzadas por el volcán, de ahí que se le llamó el año del polvo.

Relatos de aquella época, recogidos en “Historia de la Federación de la América Central”, cuentan que: ”llegó a causar las tinieblas más completas, de modo que fue indispensable encender velas y hachones para ver a medio día, pues sin luz artificial era imposible verse la palma de la mano, y las personas se tropezaban unas con otras al circular por las calles”.

“Los fieros tigres llenos de mansedumbre, y los huraños venados, perdida la timidez, se llegaban a las poblaciones en busca de la luz de los hachones…”

“En Nacaome, lugar de Honduras situado al norte del Cosigüina, los habitantes vieron en la oscuridad del cielo ”vislumbres colorantes”, con lo que creyeron atemorizados que podía incendiarse la atmósfera”.

Después de la erupción, muchas personas perecieron de dolores de garganta, tos, catarros y disentería; la península quedó destruida, el ganado cimarrón y de crianza quedó sepultado bajo toneladas de arena y ceniza.
El poco ganado que se salvó fue arreado por sus dueños hacia las haciendas y encierros, ubicados en los pueblos vecinos, que tuvieron la suerte de salvarse, porque el Cosigüina lanzó su vómito de fuego hacia el Océano Pacífico.